Sumario, etc. |
A MANERA DE PRESENTACION Hay un dicho que nos recuerda que los hombres pasan pero sus obras quedan, y es una frase que encierra una verdad. Hoy, acechado por el destino, medito sobre ello y creo que la vida nos ha concedido, junto a los amigos con los que hemos compartido esa aventura que se llama «La Puerta», haber construido una obra que ha marcado a una generación y que quedará como referencia en la historia del teatro en Bolivia. Este pequeño libro relata el trabajo de un grupo de teatro que empezó a formarse gracias a la inquietud de unos adolescentes que vieron en el milenario arte deł teatro una manera de expresar sus inquietudes y comunicar sus visiones sobre el mundo y la sociedad en la que crecieron y se formaron. Cuando Gerardo me comento el proyecto, me dijo que el impulso que le levó a encarar este reto tenía como motor reconocer el trabajo que yo había desarrollado llevando el nombre de «La Puerta» por más de treinta años, es evidente que asumí la responsabilidad no por figuración personal, sino más bien por compromiso con el ideal que sustentó nuestro trabajo. En lo personal mi entrega a «La Puerta» jamás buscó un reconocimiento ególatra, pero advierto que he logrado, quizá sin haberlo merecido, estar en el corazón de aquellos con quienes he Compartido este esfuerzo. He intentado ser honesto en la labor que he asumido, he buscado la perfección en lo que he acometido, he tratado de cumplir lo que he prometido, no he buscado la fama, mi meta no ha sido la fortuna pero si el compromiso, ser constante en mi trabajo ha sido mi norte y mi entrega rigurosa a compartir el conocimiento que he logrado y que he compartido sin esperar retribución por lo entregado. Ello me ha dado la satisfacción de haber vivido para dar al teatro, al arte y sobre todo a «La Puerta» todo cuanto he aprendido. He amado el teatro y el arte sin medida y he sido sincero en mi entrega, nunca a la espera de ser correspondido, y creo haber recibido más amor del que he ofrecido, también traducido en la comprensión de mi familia, sobre todo de mi esposa que en cada instante que compartimos me demostró su fe, su confianza en lo que hacía y su incondicional apoyo a los proyectos que emprendí. Mi más grande reconocimiento a su amor y el de mis hijos, sin ellos quizá no habrían logrado las metas que hoy he alcanzado. Mi dolor ya no es el dolor físico, es el dolor de no poder compartir más tiempo con los amigos, dedicarme más a mi trabajo, pero el alivio a mi sufrimiento es saber que hay amor en todos quienes he compartido experiencias y vivencias y hay am mujeres son la extensión de mi cariño: mi amada Nino y mis queridos Geiguer y Jhoel. Este libro que en vuestras manos cuenta una historia de teatro, representa el afecto de quienes somos «La Puerta», es la presencia del destino plasmada en papel, tinta y recuerdos de aquellos con quienes compartimos en un tiempo el tesoro de haber sido nosotros y permanecer en la memoria de la historia, esa historia que creamos pensando en ser los mensajeros de la fe en un mundo nuevo donde el sufrir pasajero sustentara el amor verdadero y la eterna felicidad anunciada, revolucionario y anarquista anunciador del hombre nuevo. Sinceramente agradezco vuestro sentir del momento y los pido que permanezca no el efímero recuerdo sino la actitud sincera de luchar por lo que es cierto: el ofrecer a la vida el más puro amor perpetuo, ser solidario con aquellos que sufren el desencanto de no tener a su lado una amistad como la tengo en ustedes compañeros de La Puerta. Una enseñanza que sirva para construir el futuro. Les pido que encuentren en estas páginas que relatan una historia del pasado, Oscar Suárez Rocabado |